Piscopata Asesino Grado 36

where is my mind?

  sábado, noviembre 11, 2006

@ 3:14:00 a. m.

Me parecio ver una linda abuelita

Fue sin querer, lo juro.
Esto pasó hace un par de meses, así que supongo que casi nadie se acordará de los hechos.
Recién había salido de la pega, era viernes, quería relajarme. Decidí manejar hacia mi departamento por calles alternativas, por evitar el taco y por hacer algo fuera de lo común. La cosa es que me encontré dando vueltas por Santiago, por calles que en mi puta vida había recorrido. De repente se pone a llover muy fuerte, odio manejar con lluvia porque no veo bien el camino. Y de repente sale esta abuelita, con bolsas del Líder en cada mano, al parecer había hecho las compras del mes... Y de repente las bolsas de desparramaron por todos lados, rodaron naranjas, los fideos se hicieron mierda en el pavimento. Un tomate chocó con el parabrisas pero la lluvia lo limpió. La atropellé sin querer, no la ví, lo juro.
La calle estaba desierta, excepto por las bolsas del supermercado y la mercadería regada en la calle, y la abuelita tirada a un lado de la acera poniente, con los brazos abiertos y sangre en la boca. Parece que también se le abrió el cráneo al chocar con el borde de la acera, porque algo salía de él.
Me entró un ataque de pánico, imaginé juicios, me ví en la cárcel, esto me va a cagar la vida, pensé. Así que me fuí. Cobardemente.
Lo peor fue leer este hecho en los diarios, ¿alguien me reconocería?. Tenía los nervios de punta, no pegué pestaña en varios días. Y pensé mucho. Tuve sentimientos encontrados, por un lado me sentía una bosta por haber dejado a la abuelita agonizando ahí -según un diario, ella agonizó durante tres horas, otros decían que cuatro- y escuchar cómo la compadecía todo el mundo; por otro lado, estaba el hecho de que la anciana ya no tenía nada más por qué vivir y estaba sola, sin parientes ni amigos y en cambio yo tenía -tengo- aún un mundo por delante, muchos proyectos, no podía ir a la cárcel, no ahora, que estoy despegando. Hasta pienso que le hice un favor.
Tuve que ir a tratarme la depresión que me produjo este hecho, claro que al psiquiatra no le conté el por qué verdadero; por suerte ahora no me produce casi nada y siento una grata tranquilidad y duermo bien. Sólo espero que la abuelita comprenda mi razonamiento y me perdone.

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