Piscopata Asesino Grado 36

where is my mind?

  miércoles, noviembre 15, 2006

@ 3:36:00 a. m.

De queso y bosta

Ayer compré un trozo de queso de cabra para la once, y me bajó la nostalgia de repente.
Recordé las vacaciones familiares en el fundo del tío Pato, allá en Machalí, donde los veranos eran exquisitos y uno no quería que terminaran nunca.
Mi tío, entre otras cosas, hacía queso de cabra y de vaca y él me enseñó a hacerlos. Un día me puse a hacer un queso de cabra, y no sé por qué me bajó la maldad y le puse unos huevos de no sé qué bicho que había visto pegados en las hojas de un arbusto, jajaja, y en otra oportunidad mezclé el queso con caca de perro seca, como se pone blanca no se notaba con el quesito de cabra, jijijiji... Nunca nadie supo lo que yo hacía. Eso si, una vez mi tío y mi mamá se enfermaron, fue muy grave, fueron al hospital, les hicieron exámenes y resultó que tenían tifus. Obviamente le echaron la culpa al queso, pero de mí no sospecharon nada. Y yo me cagué de la risa y seguí haciéndolo igual, pero sin caca de perro...
Los caballos eran otra cosa. Tuve una relación extraña con ellos, como que me daban miedo. Pero me gustaba verlos cagar, sobre todo en las mañanas, porque sale vapor de la caca caliente y yo me imaginaba que era un guiso de espinacas recién hechito, ¡qué rico!. Por eso mismo una vez me dió por probar la caca recién hecha, y me gustó su sabor. Me encantaba masticarla cuando todavía estaba humeando. Había una parte del fundo, una especie de cuarto cerrado, donde guardaban la caca de los animales para aprovecharla como fertilizante, y yo siempre iba a ese cuarto y me robaba un poquito para comer. Y se me hizo una adicción al guano de caballo. Iba al cuarto ése y veía los cerros de mierda de caballo y vaca y me venían unas ganas irrefrenables de tirarme ahí encima, y yo era feliz nadando en esa mierda y comiendo caquita, total, es puro pasto, y después, para que no me vieran con la mierda encima, me iba a bañar a un estero que había cerca. Era muy feliz comiendo caca de caballo. Con el tiempo inventé otros usos para la caca de caballo: cocinaba con ella, me hacía unas sopitas muy ricas, y ya más grande me hacía pitos de caca de caballo. Por supuesto que esos pitos no tienen los mismos efectos que los de marihuana, pero la sensación no es la misma. Aunque no lo crean, el sabor es mucho más suave, incluso más suave que el del tabaco. Es más, me atrevería a decir que el pito de guano de caballo es más rico que la marihuana y el tabaco juntos. Parece que todavía me queda algo de esta adicción, porque hace un par de días atrás pasó un viejo en una carreta vendiendo verduras y esperé a que el caballo dejara su regalito en la calle. El caballito, muy gentil, y como respondiendo a mis deseos, dejó una bosta de tamaño considerable ahí, para mí. Yo me las dí de buen ciudadano y recogí su caquita. En la noche me tomé una sopa que me hizo recordar mi niñez, y... ¡puchas que estaba rica la sopita!
En el refrigerador todavía queda un poco del queso de cabra que compré ayer, y tengo un pote ziploc con un poquito de la bosta del otro día. Debe estar fresca aún, porque el pote es de esos que sellan al vacío. Me voy a hacer un tecito y un feroz sandwich antes de acostarme. Qué lindos son los recuerdos de la infancia.

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